2011-11-13

Sobre la Cuerda Floja, el nuevo estreno en miniatura y con marionetas de Teatro Milagros

Fuente: La Tercera

Maniquíes, figuras de cera, muñecas inflables, marionetas, dummies y vudú. Exponentes todos de esa particular afición humana de representar el cuerpo de la especie para y por moda, admiración, sexo, arte, seguridad o venganza. Cuerpos para modelar, armar y usar hasta que ese detallito de la representación se olvida. Entonces aparece Pinocho, desaparecen dedos de célebres dobles museísticos, la iglesia prohíbe el vudú, en Hollywood filman Me enamoré de un maniquí 1 y 2, y en Chile una marioneta se suma sin previo aviso a una entrevista, aunque no emite declaración, vaya uno a saber si por divismo o timidez.

Esme es la marioneta, esta es la entrevista y el motivo es la obra que protagonizará desde el 10 de enero en Santiago a Mil, y que será el único estreno en sala del festival. El montaje se llama Sobre la cuerda floja y está a cargo de Teatro Milagros, compañía que antes montó El Capote y que ahora trabaja 13 horas diarias, siete días a la semana, para el debut de Esme y su abuelo.

Ambos muñecos tienen cuatro sirvientas solícitas: Aline Kuppenheim, Paola Giannini, Paula García y Loreto Moya, quienes los cargan, los peinan, los elogian, los mueven, los mejoran. Antes ya los formaron e imaginaron. "Son nuestras fantasías", dice Kuppenheim para justificar el enorme parecido del abuelo con el actor Liam Neeson.

Ha sido una larga gestación. Tal como el embarazo de los elefantes, la compañía lleva dos años de trabajo para darles vida a sus muñecos. Una vida que el dramaturgo inglés Mike Kenny quiso que estuviera marcada por el duelo y lo cotidiano. Esme está de vacaciones en casa de su abuelo, quien le cuenta que su abuela se fue de equilibrista a un circo. Pero a través de la convivencia, la niña de siete años se da cuenta de la causa real de esa ausencia.

La lectura llevó al enamoramiento: "Nos vino como anillo al dedo, tenía todos los elementos que a nosotras nos interesaba trabajar", confiesa Kuppenheim. ¿Cuáles? El duelo como tema, la cotidianidad como forma y el niño como personaje.