8.11.2016 | None
Festival Teatro en Casa invita a conocer Barrio Yungay desde su interior
Ir al Barrio Yungay, entrar a la casa de un vecino, sentarse en uno de sus sillones, en su comedor o en su cocina, y disfrutar de una obra. Esa es la escena que se repetirá por toda esta semana en el tradicional sector de Santiago gracias al Festival Teatro en Casa, una iniciativa que desde hace tres años ha creado un particular formato que busca no sólo acercar las artes escénicas a las personas, sino que también generar comunidad a través de él.
La idea nació de los mismos habitantes del barrio –entre ellos varios artistas- durante una Fiesta de la Primavera, quienes motivados por disfrutar de más actividades culturales, pensaron una nueva forma de ver teatro en sus calles, pasajes, hasta que se decidieron por las casas en las que vivían o trabajaban.
“La falta de espacios convencionales para el teatro es clara, a pesar de que vivimos en una capital como Santiago”, dice Marcelo Salinas, uno de los coordinadores del festival junto a Nicolás Fernandois. “Eso de alguna manera ha obligado a la gente que está ligada a las artes escénicas, en general, a buscar espacios no convencionales para poder presentar igual sus trabajos, para poder generar esta relación y no sólo contar una historia desde la cuarta pared, sino que una historia donde los vecinos también son protagonistas”, agrega.
Les dice protagonistas porque los dueños de los espacios no sólo los prestan para que formen parte del festival, sino porque se involucran desde un principio en la producción del montaje. Marcelo explica que cuando las obras son escogidas –luego de una convocatoria abierta-, los artistas son presentados a las familias o al grupo de personas que residen en el lugar. Juntos revisan el hogar, deciden qué rincón ocupar, qué día tendrán ensayos y también cuánto público podrá disfrutar del montaje.
“Hay una premisa que tiene el festival que es que las puestas en escena no intervienen las casas, más allá de lo que el espacio permite”, explica Marcelo sobre el compromiso que existe con los dueños y las compañías. “Si tu historia se desarrolla en una casa, en una cocina, se ocupa la cocina tal como es. No hay focos, amplificación, es un formato casero”.
Ya en su tercera versión, la que mostrará once trabajos en nueve casas, sus organizadores ven con buenos ojos lo que han logrado crear. “Para nosotros ha tenido un impacto interesante en lo social, en lo relacional, porque todo esto es sobre meterse a la casa de una persona y ocuparla como escenario”, dice entre risas Marcelo, “estás interrumpiendo su intimidad y conociendo un espacio que quizás nunca hubieses conocido si no existiera este formato”.
¿Qué es lo que otorga realizar montajes a pequeña escala como los del Festival Teatro en Casa?
Con Nicolás hace tiempo venimos investigando en el formato, desde que estábamos en la universidad. Yo he revisado el teatro conteiner, teatro gabinete, otros formatos que permitan generar puestas en escena que se apropien de un lugar público, que se apropien no convencionales para darle una renovación al lenguaje teatral. Es interesante abrir el campo más allá de la academia y las salas tradicionales, y convertir el teatro en un verdadero fenómeno social, uno que asume la interdependencia existente entre nosotros para que el teatro sea posible. Y no sólo el teatro, sino que el arte general.
Durante el festival, además, se forma un circuito patrimonial, porque son tres obras por día y la gente tiene la posibilidad de ir a una obra a otra, en un espacio de hora y media. La idea es que vayan visitando pasajes y calles del barrio.
Las funciones son gratuitas, con aporte voluntario al finalizar la presentación. ¿Cómo se ha sustentado la iniciativa durante estas tres versiones?
No tenemos financiamiento, lo hacemos a pulso, gracias a la voluntad de quienes lo organizan, de quienes abren sus casas y de las compañías que asumen las condiciones que el festival tiene. En las bases está establecido que es un festival comunitario, que el aporte voluntario del público es lo que va a quedar como remuneración para las compañías y para la casa, un 70% y 30% por las molestias que se causan jajaja. Suena extraño decirlo, pero a nivel de producción, no es tan grande el trabajo. Si se organiza bien, funciona perfecto. En ese sentido, hacemos una convocatoria abierta y la curatoría se realiza de acuerdo al espacio disponible, más que en lo “artístico”.
Se habla de las terceras versiones como un año de consolidación. ¿Crees que es así en su caso? ¿Cuáles son los desafíos que tienen en este momento?
En primer lugar, es lograr financiamiento como corresponde, porque toda la gente que está trabajando en la organización, son profesionales. Ese es un punto que hay que solucionar y cambiar esa idea de que no te paguen por el arte.
También nos interesa que, en el caso de tener presupuesto, el festival pudiera hacer posible, por ejemplo, arreglar una fachada de alguna casa del barrio. Sería bueno que el festival pudiera dejar algo a los vecinos.
Y por último, la idea es que esta metodología de trabajo pueda ser replicable también en otros barrios como Matta, Recoleta o incluso otros países de Latinoamérica. Nos están pidiendo el festival de Brasil, porque resulta interesante elegir un barrio, habitar el barrio, relacionarse con los vecinos, que ellos abran sus casas y que se genere esta relación entre teatro y comunidad.