22.7.2016 | None
Ramón Griffero presenta nueva versión de su clásico 99 La Morgue
Una de las primeras aclaraciones que Ramón Griffero hace en la siguiente entrevista, es que “después de 30 años, uno no reestrena algo, sino que está haciendo una reversión, algo que empezó de cero”. El destacado director y dramaturgo chileno se refiere a las recientes funciones de 99 La Morgue, obra de su autoría que vio la luz por primera y única vez en 1986, y que ahora, tres décadas después, está presentándose en el Teatro Camilo Henríquez.
El montaje, uno de los más destacados de la década de los ochenta por ser uno de los primeros en hablar sobre los detenidos desaparecidos sin tapujos en escena; muestra una sala del Instituto Médico Legal con sus trabajadores, un lugar en el que conviven las ilusiones y sueños de cada uno, así como la cruda realidad de los cuerpos torturados que reciben. Todo eso es atravesado por cantos de evangélicos que se cruzan con la aparición de la Virgen del Carmen, el enamoramiento de una mujer, la lucidez de un interno y la desatada necrofilia de su director.
Pero la pieza teatral fue más allá e imaginó el fin de la dictadura y lo qué harían los que vendrían después, planteando situaciones que increíblemente están en desarrollo y que el dramaturgo predijo. “Se mantiene como si fuera una obra griega clásica, donde el drama de las troyanas va más allá de Troya, que existió hace 5 mil años, sino que lo que hace el hombre frente al poder, las obsesiones, las ortodoxias y cómo liquida al otro”, explica Griffero, haciendo una comparación con su trabajo.
¿Las razones de su atemporalidad? “Primero nos hace recordar que los detenidos desaparecidos fueron gente asesinada, ejecutada y de las que nunca supimos su destino. Como eso no se ha aclarado, la obra sigue clamando por ellos tal como hace 30 años, tal como Antígona clama por el entierro de su hermano. Pero también nos propone lo terrible que es darse cuenta que quienes gobiernan hoy, han sido displicentes en honrar a quienes murieron para lograr la democracia”, agrega el director y dramaturgo, destacando además “esta cosa metafísica que tiene el arte, de que alguien puede haber escrito una obra hace 500 años atrás y que hoy puede que nos resuene igual. No es una cosa de uno, sino más bien lo perenne, lo perpetuo del arte, porque le está hablando al espíritu del ser humano y eso no ha cambiado”.
Estrenado en la ya desaparecida Sala El Trolley –ubicada en San Martín 841-, el montaje de la compañía Teatro Fin de Siglo se armó con un elenco integrado por Alfredo Castro, Rodrigo Pérez, Soledad Gutiérrez, Andrea Lihn, Eugenio Morales, Verónica Arre, Alfredo Prieto y Verónica García Huidobro. Todos juntos tuvieron que someterse a las fuertes presiones de la policía de la época, situación que el propio Griffero recuerda con mucho dolor: “Lo pasamos mal como elenco. Incluso llegamos a pensar la obra estaba maldita, porque más encima después de esa obra se deshizo Teatro Fin de Siglo, fuimos acosados, tuvimos que acudir a la vicaría y todo”.
Sin embargo, a pesar de las amenazas, la agrupación resolvió continuar amparados por el lugar en el que se presentaban. “Las presiones estuvieron, pero nosotros quisimos hacer la obra igual. El Trolley era un espacio clandestino, de resistencia cultural. Ese lugar nos daba la libertad, porque no existíamos legalmente”, recuerda Griffero sobre las funciones que se realizaron entre medio de una época de protestas. “El estreno lo hicimos bajo estado de sitio, y de hecho la invitación decía ‘Si hay toque de queda, se suspende el estreno’. Estábamos en esas condiciones que son bien difícil de imaginar hoy en día, porque era otra dimensión de Chile, pero también del planeta: Guerra Fría, dictadura, asesinatos, escribiendo en máquinas de escribir. Un mundo muy distinto de imaginar para los que no lo vivieron”.
Fue esa dolorosa experiencia la que por años atormentó al propio Griffero y la que lo llevó a no remontar el montaje en una segunda ocasión. Eso, hasta el año pasado, cuando reunió un nuevo elenco compuesto por Paulina Urrutia, Carmina Riego, Ángeles Hernaez, Rafael Contreras, Javier Salamanca, Lucas Balmaceda y Verónica García Huidobro; la única actriz que participó de la obra original. “La invité porque ha formado parte de varias de mis obras, tiene mucho conocimiento en la dramaturgia del espacio -fue parte del desarrollo de esta teoría dramática-, y porque pasó esta cosa metafísica que llegó a la edad o se acercó a la edad del personaje que ella hacía. Ahora lo vuelve a interpretar con la experiencia que no tenía en aquel instante, pero con la misma energía de cuando tenía 20 años”, dice entre risas.
A pesar que el texto no sufrió modificaciones, el director asegura que se trata de un trabajo creativo nuevo, porque para la realización no se tomó en cuenta la primera versión. “En 30 años algo he aprendido”, bromea, “ahora puedo resolver cosas mucho mejor que hace años atrás”. “El texto era más desafiante, estaba más desarrollado escénicamente que mi dirección en esa época, y ahora lo pudimos equiparar”, agrega sobre el trabajo en el que fue indispensable el compositor musical Alejandro Miranda y la diseñadora Javiera Torres, quienes pudieron llenar la pieza de “una contemporaneidad artística, con la que la obra se vuelve más presente”.
99 La Morgue se presentará hasta el 4 de septiembre en el Teatro Camilo Henríquez (Amunátegui 31, Santiago), con funciones los viernes y sábado a las 20:30 horas, mientras que los domingo a las 19:30 horas. Las entradas tienen valores de $6.000 general y $4.000 para estudiantes, tercera edad y menores de 26 años. Más información aquí o en el correo ramongri@yahoo.com.