19.6.2017 | None
Surinam: El teatro en los tiempos de Netflix
Este texto fue creado en el Taller de Crítica a cargo de Javier Ibacache, el cual forma parte de las actividades de LAB Escénico de Teatro Hoy 2017. Por esto mismo, los comentarios que aparecen a continuación son de exclusiva responsabilidad de su autor, y no corresponden necesariamente a la opinión de Fundació
Sócrates es un joven tímido y solitario que subtitula series de internet. Tiene una relación amorosa con una chica mexicana que conoce sólo a través de la pantalla de su computador y recientemente su papá le informa que él no es su verdadero padre, que su progenitor real es su tío Fernando. Sócrates emprende un viaje en búsqueda de este último, lo que lo llevará a experimentar un conjunto de ensoñaciones con los mundos ficticios de las series que ha subtitulado, descubriendo en esto las distintas capas que conforman su identidad personal. Es esta suerte de aventura la que aborda la compañía de teatro de Los Contadores Auditores en su obra Surinam, celebrando sus diez años de trayectoria y sumándose al Ciclo Teatro Hoy de Fundación Teatro a Mil.
El montaje desde un inicio se nos presenta como un gran juego en escena en el que actores, músicos y escenografía se coordinan entre sí para ofrecer un espectáculo repleto de guiños a la cultura pop de hoy, donde las series de televisión, la multiculturalidad y la fuerte influencia de los nuevos medios son aspectos relevantes dentro de una historia sobre la búsqueda de la propia identidad. Así vemos al personaje de Sócrates fluir en un ecléctico relato que se vale de la intertextualidad para desarrollarse. Referencias a series como Breaking Bad, The Big Bang Theory, Game of Thrones y The Walking Dead son de gran ayuda en esta narración, pues en ellas también existen sub-tramas relacionadas con el binomio padre-hijo de las que Surinam se hace cargo para potenciar la propia historia del joven subtitulador.
En esta inclusión de las series a un nivel teatral, gran aporte está dado por el trabajo realizado en el vestuario, en la colorida escenografía y en la música que en esta obra se presentan, ya que gracias a tales elementos se logran sellar los permanentes cambios de roles que sufren los actores a medida que atraviesan las ensoñaciones de Sócrates. También destacan en este aspecto las proyecciones audiovisuales que se utilizan en el montaje, destinadas a visibilizar el subtexto de los diálogos sostenidos por los personajes en escena, lo que en resumidas cuentas ayuda al público a comprender las dificultades que se tienen para expresar lo que verdaderamente se siente al momento de interactuar con otros.
Uno de los aspectos que más llama la atención es la presencia en el escenario de una banda musical con trajes de apaches, cuya principal función es acompañar las escenas con la música que ellos tocan en vivo. No obstante, es esta sola actividad la que parece diluirse a medida que avanza la historia, en la que uno como espectador espera que hagan algo más que sólo tocar sus instrumentos y que puedan interactuar con mayor soltura en el relato principal, aprovechando mejor el recurso de tenerlos en escena y desatar así mayor cantidad de situaciones humorísticas de las que ya están. Su participación parece desperdiciada, lo que termina por transformarlos en un adorno dentro de la puesta en escena.
A pesar de lo anterior, Surinam se alza como una interesante propuesta teatral que permite hacer el cruce entre esta disciplina artística y la cultura híper tecnologizada de hoy en día, en la que las relaciones sociales están mediadas la mayoría de las veces por dispositivos tecnológicos o donde las industrias creativas tienen una gran relevancia en la vida social del sujeto. Con este contexto de fondo, Los Contadores Auditores establecen un lúdico ejercicio que nos revela, sin una postura ideológica muy clara, los efectos que provocan estas nuevas formas de percibir el mundo en el sujeto contemporáneo, en el que el exceso de referentes dejan en él una permanente sensación de vacío que busca llenarse con ficciones que, en realidad, lo limitan en el establecimiento de vínculos duraderos con otros, transformando la relación que tienen con su entorno en una de consumo y desecho.