Columna de opinión: "El poder de crear en el aula"
Por Diana Fraczinet Cristi
Pedagoga Teatral y Directora Teatro Niña Imaginaria.
Coordinadora pedagógica del Programa Teatro en la Educación de Fundación Teatro a Mil
En un tiempo donde la educación chilena está en crisis, donde muchas veces nuestro quehacer pedagógico pierde sentido, se hace necesario volver a mirar y a mirarse entre todas y todos, para cuestionarnos desde dónde educamos. Las preguntas y las respuestas no vienen solas, nacen a partir de la experiencia y las vivencias que nos transforman día a día en el aula, en la escuela y estando cerca de nuestras niñas y niños.
¿Por qué el teatro y no otra disciplina? El teatro se constituye como un vehículo muy poderoso, que posiciona al estudiante como un agente crítico y transformador de su realidad, acercándolos/as al mundo desde un lugar sensible, abstracto, concreto, creativo, flexible y por sobre todo desde un prisma propio que no invalida al resto: el teatro es un espacio donde caben todas y todos.
En mi experiencia de cuatro años como coordinadora pedagógica del Programa Teatro en la Educación de Fundación Teatro a Mil, he visto cómo nuestros estudiantes han mutado y crecido en su forma de relacionarse. Aquí es donde está el mayor poder del teatro en la escuela, que bajo mi visión es un arte colectivo, que surge desde la colaboración. Esta oportunidad de vivir la asignatura de artes escénicas dos horas a la semana, ha posibilitado que estas pequeñas personas se conecten con sus sentires, se cuestionen sus relaciones y se modifiquen desde una apertura emocional. Entendiendo que la base de las relaciones se construye desde la comunicación y por qué no decirlo, desde el desarrollo de las habilidades socioemocionales, nuestra clase es un ensayo, donde practicamos, nos cuestionamos y nos conectamos con la vida.
Siempre les digo a mis estudiantes que para empoderarte de tu propia creatividad y sentir el poder de crear, lo primero es “decir sí”. Así mismo como lo plantea Keith Johnstone, uno de los maestros de la improvisación teatral, donde aceptas en escena toda propuesta que tus compañeros y compañeras te proponen. El “sí” es la base firme para andar por el camino del creativo. Es una actitud que nos conecta con el momento presente, dejando de lado todo aquello que no nos permite avanzar y probar, sacar lo negativo y abrir nuestro ser flexible, dinámico y lúdico. Esta apertura va de la mano con la humildad, con la capacidad de dejarse sorprender para observar la diversidad y riqueza de nuestro entorno, recibiendo toda experiencia como un gran aprendizaje.
“Entendiendo que la base de las relaciones se construye desde la comunicación y por qué no decirlo, desde el desarrollo de las habilidades socioemocionales, nuestra clase es un ensayo, donde practicamos nos cuestionamos y nos conectamos con la vida”
El poder de crear, surge desde una necesidad de manifestar algo. Un “sí” que suma y que permite construir desde uno mismo, desde la propia esencia.
Tomar los primeros impulsos y las narrativas que surgen de los estudianteses, sin duda, es un camino seguro. La pedagoga o pedagogo teatral debe ayudar al estudiante a introducirse en sí mismo. Partir de una certeza, una verdad y desde ahí trazar el camino del aprendizaje. Debemos encontrar la propia identidad de los y las estudiantes, proporcionar una atmósfera para que surja esa identidad desde la espontaneidad.
Esta no es una tarea fácil, se hace necesario abrir espacios para hacernos la pregunta, cuestionarnos y respondernos como un acto solidario, colaborativo y genuino entre pares. De ahí la importancia de los Encuentros de Teatro Aplicado en Santiago o las distintas iniciativas impulsadas en Puerto Montt por la Agrupación Encuentro de Teatro Escolar (ETE), más aún en Chile donde todavía son escasos los espacios de formación en pedagogía teatral que surjan desde las propias comunidades educativas. Debemos abrirnos a escuchar nuestros contextos y entender cómo sumarnos a la hermosa e importante tarea de formar personas. Avanzar brindando experiencias, que nos permitan darle un significado a nuestro quehacer en el mundo y mostrarles el camino a las personas pequeñas que nos escuchan día a día en las aulas.