Cada Minuto Cuenta: #LaConquista
Los intérpretes cargan sus teléfonos. Una vez con la batería al 100% se conectan a la aplicación creada específicamente para este montaje, y vemos sus caritas en modo selfie proyectadas. Es como si estuvieran transmitiendo en vivo en sus historias de Instagram, pienso. Están repasando y viendo los últimos ajustes antes de comenzar el ensayo de corrido, revisan sus diálogos y se corrigen unos a otros, de manera amistosa y colaborativa. María José Contreras y Trinidad Piriz se ven felices, están más nerviosas que los niños. Se acercan a ellos y les dan las últimas indicaciones. Preguntan ¿Se sienten preparados para hacer una pasada con público? y responden en masa: NOOOO! entre un alboroto de risas jocosas, con el único fin de bromear a las directoras.
Terminan de ensayar esta escena y ya es hora de vaciar la sala para que empiecen a entrar sus familias, invitadas a presenciar este a obra en la que vienen trabajando desde enero. Nos vamos a los camarines. Es difícil entender sus conversaciones, están todos gritando y a ratos escucho parte de los diálogos de la obra. Unos ensayan en el espejo, otros se maquillan. Por otra parte tenemos a los que prefieren concentrarse alejados del tumulto, pero son los menos. “Estoy segura que se me va a olvidar lo del BIG DATA, EL BIG DATA” dice una chica, todos se ríen, hablan del nuevo algoritmo de Facebook, hacen historias para sus propias redes sociales y la mayor parte del tiempo se ríen. A ratos entra Trinidad o María José para decir algunas palabras, los jóvenes quieren hacer un clásico “mierda mierda” pero como son menores le llaman “zuki zuki”.
Están a minutos de entrar a la sala y los chicos reconocen que los pone más nerviosos el hecho de que estén sus padres. Comentan lo linda que ha sido esta experiencia de hacer teatro, recatan sobre todo el haber hecho amigos. Definen #LaConquista como “lo mejor de lo mejor”.
Entra Trini al camarin para indicar el paso al escenario y los chicos le dicen que no se ponga nerviosa, que todo estará bien. Es increíble lo emocionados que están por salir a actuar. Van dejando la sala y poco a poco vuelve el silencio que hace rato no se hacía presente.
La obra tiene imágenes preciosas, todo el tiempo juega con las luces e involucra esa tecnología que todos tenemos y que pocos entendemos o reflexionamos en torno a ella: el celular. Podemos ver en escena a estos niños y niñas contando sus propias historias. Gracias a la aplicación que ocupa este montaje, lo que graban sus celulares se transmite en tiempo real a una proyección. La imagen es bastante familiar, todos nos grabamos frente a nuestro teléfono diciendo algo desde que tenemos Instagram, por ejemplo. Sus historias son las de cualquier joven inmerso en el mundo de las redes sociales de manera tan automática, integrándolas a sus vidas como quién decide tomar desayuno a diario.
Por otro lado están los que cuentan que sus familias no los dejan tener redes o celulares, y que para ser parte de la obra tuvieron que conseguirse el aparato con sus padres. Tenemos frente a nuestros ojos diferentes formas de afrontar el mundo de la hiperconectividad. Pero la obra no sólo es texto y conversación, tiene momentos performáticos a partir del uso de la linterna del celular, por ejemplo, también hay dinámicas de juegos entre ellos y una narradora que nos convence con la idea de que estamos viviendo un momento histórico importante, del que son los protagonistas, entonces todo lo anterior es pre-historia. Ellos son: La voz de la conquista.