[Crítica escénica] Prácticas de vuelo: Imaginarios de la danza independiente chilena
Este texto fue creado en el Taller de Crítica a cargo de Javier Ibacache, el cual forma parte de las actividades de LAB Escénico del Festival Santiago a Mil 2018. Por esto mismo, los comentarios que aparecen a continuación son de exclusiva responsabilidad de su autora, y no corresponden necesariamente a la opinión de Fundación Teatro a Mil.
Prácticas de vuelo, de Pablo Zamorano, es un trabajo de investigación-creación acerca de la danza independiente chilena que despierta, de paso, curiosidad frente a temas como ideología, identidad y memoria en las prácticas locales de la danza contemporánea tras sus 50 años de existencia.
Al inicio, queda clara la intención de hacer de la Sala B1 del Centro Cultural GAM un lugar propio y cotidiano. Quien recibe las entradas es Francisco Bagnara, uno de los bailarines, quien se integrará minutos después a la danza. Al ingresar, un bolero antiguo en radio a pila anuncia, con los bailarines danzando a sala vacía, que la pieza ya había comenzado. El tránsito hacia las butacas marca la primera de las impresiones. Decisiones que expresan un interés por desvincularse de la expectativa del espectáculo, en pos de profundizar en otros aspectos relevantes de la creación en danza.
Zamorano elige trozos de obras que están en el imaginario de los públicos, especialmente de los vinculados a la danza. Entre ellos, menciones a la conocida coreografía del Poema 15 de Patricio Bunster, o a la personalidad de Nelson Avilés en el trabajo de Colectivo de Arte La Vitrina sirven para ilustrar momentos centrales del movimiento cultural-social de la disciplina en los años 60, 70 y 80.
El provocador testimonio de Carmen Beuchat proyectado en el fondo -una de las pioneras del movimiento de la danza independiente en Chile-, es también una herramienta para pensar el presente. Beuchat muestra indignación ante la institucionalidad de la danza por traer directores europeos para dirigir elencos chilenos, cuando Chile tendría coreógrafos de sobra.
Pequeñas creaciones auto-biográficas de los bailarines se intercalan con breves narraciones científicas que reflexionan ya no desde una posición colectiva hacia la historia, sino desde las problemáticas del propio cuerpo. Estremecen la interpretación de Teresa Alcaíno en el vals peruano Un fracaso más, qué importa, y el extraordinario poema de Carolina Bravo sobre el cuerpo y la muerte, narrado (y bailado) en soporte de video-danza. Otros cuadros como el solo de tap de Francisco Bagnara y la versión drag queen mestiza-híbrida de On the radio burlan la impavidez de un público preparado para otro tipo de danza.
Este no es el primer proyecto en la carrera de Zamorano que se acerca al problema de la memoria. Participó en 2013 del montaje de Memoria compartida, de Lorena Hurtado, presentado en el mismo lugar. Pero el diálogo de Prácticas de vuelo con otras creaciones, su público y la recepción es un punto interesante a plantear por la tensión que provoca el ejercicio ideológico de hacer memoria.
Recordar es evitar el olvido, pero es también condición para la fabricación de identidades y nuevos mitos que amenaza con otros olvidos. Ante el riesgo de parecer arbitrario o anhelante de englobar toda la historia, excluyendo aquello no mencionado, esta creación se declara incapaz y desinteresada. Su cauto título ofrece una defensa que se antepone a esa tensión; el término prácticas de vuelo también se usa para ejercicios de co-piloteo de aviones pequeños. Como sinónimo de intento particular, ejercicio y proceso de entrenamiento, diluye así también la expectativa del acabamiento de la obra, acercándola al estrato intermedio del work in progress. Un trabajo de danza que se niega abiertamente a su representatividad legitimadora.
Crédito foto: Fabian Andrés Cambero