Cuatro Violetas para una sola Violeta Parra
Por Sergio Espinosa y Karina Mondaca
Fotografías: David Triviño Araya
Somos más de una actriz las que representamos a Violeta, en la búsqueda por mostrar esa Violeta que tiene múltiples aristas, que es creadora a nivel musical, a nivel plástico o investigadora. Es una Violeta súper humana, sensible, con rabia, con amor, con ganas y frustraciones. Siento que la Violeta de Paloma Ausente no es una visión única de ella, sino que se busca mostrarla en sus diferentes facetas. A mí me toca la Violeta de El Gavilán, la Violeta que es la creadora y que, también en esta creación, está toda su frustración, su encanto del desencanto. Ella ocupa toda esta energía de negaciones que recibió para su creación.
La Violeta en sí es una fuente de inspiración, podríamos decir que ella en si misma es una obra. Y siento que no tengo todas las palabras para traducir lo que ella puede significar para los artistas. La inspiración viene de la misma simpleza y profundidad de su obra. Y es súper transversal la Violeta, porque puede inspirar a un artista o a cualquier persona que la escuche, porque además es cercana.
Nuestra Violeta era curiosa, con ganas de conocer las tradiciones de su tierra, de su país. Su investigación sobre el canto popular, y la enfermedad que tuvo a esa edad, la viruela, la hizo también acercarse a la muerte y el lado oscuro de la vida, pero de una forma bella. De una manera, su arte fue predeterminado debido a ese episodio, porque ahí se dio cuenta que por culpa de ella, murió mucha gente. Así ella se acercó al rito del angelito, a las tradiciones de campo.
Cuando te invitan a trabajar y ser Violeta, lleva un peso muy grande, pero siento que ante todo hay que ver que Violeta fue humana, un ser humano muy sensible. Ése era el gran desafío: transmitir esa sensibilidad emocional y artística para poder, más que representarla a ella, sentir cómo ella sentía y por qué se expresaba de esa manera, con tanta sutileza, con tanto color, con tanta alegría dentro de la oscuridad en la que vivía.
La obra muestra a Violeta enferma, y como el doctor no sabía lo que tenía, le pide que se quede en silencio. Ella descubre que sus manos pueden transmitir y comunicar, y empieza a cantar a través de sus manos, cantar a través de sus manos. La lengua de señas es un lenguaje escénico tan potente y tan visual, e incluso, para mí, más poético que la palabra oral y escrita. Es un lenguaje tan honesto y sincero, que obliga a trabajar a todo tu cuerpo, todos tus sentimientos para afuera, para que te comprendan.
Desde el inicio, nuestra intención no fue interpretar a Violeta Parra, o personificarla; sino que tomar su complejidad emocional y su espacio artístico, y vincularlo con nosotros. Pensar desde qué lugar podíamos comprenderla, tratando de ser lo más verídicos en su complejidad, y no mostrar una caricatura de ella. Ponerla en un lugar complejo de la humanidad nos permitía alejarnos de una mirada plana o de una mirada que todo el mundo quiere ver, ocultando lo que podríamos decir “feo”, feo cuando se habla de rabia, porque en este país, la gente que se enoja es como fea.
El acercamiento fue desde ese lugar, encontrarnos como artistas con ella. El trabajo que hacemos con Trini tiene que ver con uno y encontrarse desde uno lo que estoy perpetrando, porque no hay otra manera de actuar. Hay que tener una convicción de que lo que estás haciendo tiene un sentido, y esa conexión la tuvimos desde un comienzo con la Violeta Parra. Cuando ella dice: “Hay que darle sentido a la existencia”. Ella fue catalogada como intensa, y nosotras también somos reconocidas como actrices intensas; entonces hay harto vínculo con la Violeta, nos conectamos totalmente.
Cuando hablo de Violeta, es hablar de cuando una persona se instala en la vida, en todos los campos. Todo lo que hacía tenía un sentido político. Ella era una mujer extremadamente creativa, una mujer que donde estuviera, le daba sentido a los que estaba haciendo. Por eso hizo arpilleras, por eso pintó, por eso escribió, por eso hizo música, por eso investigó, por eso se conectó con la identidad de Chile a través de eso, buscando su propia identidad. Cuando uno busca la identidad de tu país, estás buscando tu propia identidad. Por eso ella quiso darle honor al héroe popular, al cantor popular, en la carpa de ella; y cuando este país no entendió eso, dejó de tener sentido para ella el vivir.
No es sólo un aspecto con el que me conecto con Violeta, sino que con toda la humanidad de ella. Ella fue capaz de ser muy visionaria, pero también tiene un concepto de humanidad extremadamente grande, de profundidad, y cayó en la depresión. Y cuando uno cae en la depresión, es porque tiene mucha pena. Todos se sostienen de lados distintos, y ella no se pudo sostener. Siento que somos más de uno los que pensamos que se puede transformar lo que no está bien, la injusticia. Creo que todos tenemos que aportar, tenemos que volver a ser pueblo, el pueblo del que ella hablaba siempre, volver a darle sentido a la palabra, darle el valor que mi palabra tiene. El día en que nos volvamos a conectar con eso, Violeta podría sobrevivir.
El punto de inicio de este montaje fue a partir del punto de vista del suicidio. La obra ocurre en los segundos en que ella toma la decisión de quitarse la vida. La idea era ver qué pasó en esos segundos, y además la obra transcurre por momentos de su vida.
Esta es una Violeta extra oficial, porque no nos dieron el derecho de sus canciones, pero resultó ser una oportunidad para replantearse a Violeta Parra. Las preguntas que nos hicimos era, ¿quién sería Violeta Parra hoy?, ¿qué haría hoy, en este país? Dentro de eso la música fue compuesta en relación a eso, sobre qué hablaría Violeta ahora, sobre qué reclamaría, qué le dolería. Así apareció una versión rockera, porque el director, Jesús Urqueta, tenía esta idea del rock y un poco punk. Muchos dicen que ella es la madre del rock en Chile, y eso es lo que se ve en escena.
Estrenamos hace 3 años esta obra, y está cambiando todo el tiempo. Hay espacio para la improvisación, especialmente sobre lo que está pasando en la actualidad, en Chile. Hay una escena en un sillón, donde estamos conversando, y siempre cambiamos el tema de lo que hablamos: ¿qué es lo que está pasando ahora?, ¿cómo reclamamos y conversamos sobre Chile, su contexto político?
La obra está inspirada en Violeta Parra, es el espíritu de ella, o por lo menos intentamos porque es un poco difícil poner en escena eso; pero creo que lo interesante de esta Violeta no oficial, una mirada nuestra, desde los actores, del director, sobre esta Violeta rabiosa y que usa la música para reclamar, para decir políticamente algo.
Esta Violeta es una mujer apasionada y mujer política, que le interesa usar el arte, o a través del arte lograr cambios sociales. Nosotros seguimos descubriendo la música como un lugar de expresión poderoso, y eso fue lo que ella encontró: el poder de la palabra, la poesía que contiene la palabra y la música.