Demonios y El Matrimonio Palavrakis ponen en escena las relaciones afectivas en la sociedad contemporánea
Si hay algo de lo que habla el teatro, es de las relaciones humanas: ya sea afectivas, de poder, entre dos personas, en familia, entre amigos, en el trabajo, o sobre cómo estas van mutando en medio de un hecho histórico o al momento de enfrentar algún problema social. Todo este tipo de historias se pueden encontrar en la cartelera de Santiago a Mil 2017, pero en esta ocasión queremos revisar los montajes que ponen en escena las vivencias protagonizadas por parejas como sucede, por ejemplo, en El matrimonio de María Braun, Feos, Parecido a la felicidad, Pulmones, Un tranvía que se llama deseo, El matrimonio Palavrakis y Demonios.
Justamente sobre estos dos últimos montajes conversamos con sus directores, la mexicana Laura Uribe y el chileno Marcos Guzmán, quienes reflexionaron sobre los protagonistas de las piezas que dirigen y también cómo se sitúan sus historias en la actualidad.
Por Karina Mondaca Cea
Demonios – El matrimonio Palavrakis
Laura Uribe (El matrimonio Palavrakis): Elsa y Mateo Palavrakis compartieron su infancia, ambos vivieron maltrato psicológico, violencia física y emocional, lo cual hizo que crearan una alianza profunda ya que compartían sus dolores y miedos. Esa alianza infantil que posteriormente se convertiría en un matrimonio, parecía ser para ambos un refugio en el cual poder guarecerse de la vida y así juntos poder odiar y desdichar al mundo, tal cual lo prometieron desde niños. Así, la promesa futura de su matrimonio llegó sin darse cuenta de que tiempo después repetirían con su propia hija lo que ellos vivieron de niños, y a pesar que habían acordado jamás reproducirse, un día llega la trágica noticia -para Mateo- de que Elsa esperaba un hijo y, encima de todo, mujer. Ése el punto detonante de la peripecia para este matrimonio Palavrakis que los abismará hasta su destrucción.
Marcos Guzmán (Demonios): Que difícil pregunta. ¿Cómo se llega a situaciones tan extremas? Si lo supiéramos supongo que no pasaríamos por ahí, no? En este montaje creo que nos hacemos cargo tanto de las razones que llevaron a nuestros protagonistas a ese punto de crisis. Lo que nos interesa es más bien fabular en torno a esa larga noche de vigilia a la que somos invitados como espectadores, a ese encuentro entre esas dos parejas aparentemente tan distintas. Tenemos pistas, somos testigos de una relación afectiva en crisis, la de Frank y Catalina, una relación agotada, sin hijos y asimétrica, en donde se circula por el odio, la dependencia mutua y la insatisfacción, pero al mismo tiempo hay una segunda capa, que es el duelo inconcluso de Frank por la muerte de su madre. Ambas narraciones están articuladas como un nudo ciego que es imposible de desatar y que la velada pronto revelará, en ese encuentro entre los del piso de arriba y el de los de abajo, permitiendo que eso que estaba oculto en la superficie se revele.
El matrimonio Palavrakis
LU: Compré el Tríptico de la aflicción de Angelica Liddell en Barcelona por azares del destino, cuando comencé a leer El matrimonio Palavrakis encontré un medio poderoso para poder expresar y dialogar sobre la violencia y la oscuridad que todos los seres humanos llevamos dentro. Me interesaba horadar en los bajos instintos y en los móviles que nos llevan a accionar de determinadas maneras y esta obra presentaba un escenario ideal para experimentar sobre ello, fue así que el impulso por poner esta obra en una versión muy personal fue inevitable, la obra nos atrapó y nos permitió tener un campo profundo de exploración voraz.
Los elementos que nos interesaban resaltar era la complejidad de la existencia, la dificultad de enfrentarnos a un pasado doloroso y evidenciar que, en la mayoría de los casos, dichas experiencias que se viven en la infancia inevitablemente suelen replicarse o reverberar en la etapa adulta si no se trabaja lo suficiente para poder desenredar ciertas experiencias traumáticas. Paralelo a ello me interesaba contextualizar la obra a la situación de la violencia sobre la mujer y los niños en México, a través de un laboratorio de creación que dio lugar al montaje.
MG: Estoy fascinado con Lars Norén, en cómo logra articular mundos tan delirantes y con tanta pertinencia con la realidad. Mundos con tanta violencia, humor y crueldad. Es paradójico, porque lo que vemos es tan delirante, pero finalmente no es otra cosa que una fotografía exacta de cómo percibimos nuestra vida y la realidad. Demonios es en ese sentido una obra de una actualidad feroz, que nos permite indagar en un cierto estado de violencia que circula hoy en el aire. Nos sentimos desprotegidos y desamparados, nos enclaustramos y sentimos horror de todo lo que es distinto, por género, clase social, raza. Precisamente la obra de Norén da cuenta de ese cierto espíritu de época, cargado de desilusión y violencia, de una sensación de desarraigo y orfandad, un paisaje catastrófico imposible de comprender en su totalidad.
Creo que Norén en Demonios logra una brillante disección de nosotros mismos. Lo difícil que se vuelven nuestras relaciones afectivas, sean de pareja, de amistad o paternales. La recepción que tenemos del público, la manera que viven la experiencia de la obra nos demuestra que los gestos de dolor y delirio de esos personajes se vuelven propios y transparentan toda la insatisfacción e impotencia que sentimos ante lo fracturado de nuestras relaciones afectivas y sociales.
Demonios
LU: Quisiera diferenciar dos enfoques uno más sociológico y el otro quizás más ontológico, comenzando el primero por la diferencia contextual que encuentro en comparación con las dinámicas de pareja del principio de este siglo, y es que los tipos de violencia (al menos en México) se han incrementado deviniendo del odio a la mujer y lo femenino. Hoy en día los niveles de violencia a los que estamos acostumbrados a escuchar, ver, padecer y vivir cotidianamente a consecuencia del narcotráfico, y las condiciones tan precarias de seguridad; nos hemos hecho cada vez más insensibles al sufrimiento ajeno, y hemos normalizado la violencia, pareciera ser invisible. Hemos contribuido a ocultar lo que ocurre ya que nuestra mirada lo ha hecho parte del escenario cotidiano de la vida, nos hemos hecho más insensibles, por lo tanto en un pueblo machista donde la vida no vale nada y mucho menos la de una mujer, el femicidio aumenta, el acoso aumenta, las violaciones e infanticidios se elevan.
Si buscara alguna similitud entre los tiempos que vivimos y los inicios de siglo XXI con respecto a las expectativas de pareja pensaría en que la mayoría de la sociedad sigue prendada de los estereotipos de deseo que el capitalismo y la heteronormatividad ha moldeado para ellos, seguimos deseando en nuestro inconsciente un matrimonio, pero por otro lado, la esperanza de ese matrimonio o compromiso se diluye, ya que no podemos sostenerlo, la individualización se ha vuelto un modus operandi, nuestros miedos y dolores se enfrentan en soledad. La consagración del matrimonio que fue un paradigma de la sociedad cada vez se diluye más y entonces se genera un shock dando paso a la nueva tragedia la desaparición de lo humano en el corazón de la sociedad del presente: “Quiero simplemente que mires a tu alrededor y tomes conciencia de la tragedia. ¿Y cuál es la tragedia? La tragedia es que no existen ya seres humanos; no se ven más que artefactos singulares que se lanzan unos contra otros”.
MG: Es cierto que los modelos en las relaciones se han vuelto muchos más diversos y plurales, y las dinámicas y expectativas han cambiado, a buena hora, sobre todo en un país tan conservador como el nuestro. Sin embargo, creo que en el fondo sigue existiendo un grado de anhelo en todo ejercicio relacional. A partir de todo lo que hemos hablado antes, creo que parte de la belleza de Demonios radica en que nos otorga una estructura muy detallada, sobre las distintas dinámicas que pueden establecer dos parejas aparentemente tan distintas, en como cuatro sujetos miran y piensan la realidad y como eso define la manera de relacionarse con el otro. Para Norén estamos cruzados y condicionados por la misma fractura, por eso siempre todo termina en un infierno, y lo terrible y confuso, es que no sabemos si queremos o no estar ahí.
Pienso también que desde lo propiamente teatral la obra es fascinante para los actores y para mí como director, porque nos permite entrar en un juego muy performativo, en torno a las acciones físicas, un ritmo a veces vertiginoso, que nos obliga a la precisión y a estar en el presente. Me gusta la intensidad de ese trabajo actoral, el relato nos obliga a un compromiso total.
Obviamente están los temas y la complejidad de los personajes, con lo que dicen y ocultan en ese decir, pero que sus acciones revelan. En este sentido, en relación a los más de 30 años de la dramaturgia, y a ser un texto del primer mundo, asumimos como equipo un trabajo una contextualización total, tanto de la dramaturgia como del espacio, pensando en un registro de contemporaneidad, una puesta en escena que nos permitiera imaginar desde nuestro paisaje local, con su jerga y humor tan particular, el encuentro de dos parejas desde una especie de realismo extremo e intensificado.
El matrimonio Palavrakis – Demonios
LU: Por supuesto que el texto funciona como un reflejo de la sociedad y mas allá de eso, al ser una obra que muestra la oscuridad a la que puede llegar la humanidad de una manera poética, visibiliza lo que nadie quiere mirar, grita y vomita lo que para muchas personas ocurre como un secreto del sótano. Dudo que solo sea un reflejo, si lo fuera lo sería con muchas huellas de sangre.
MG: Creo que es todo el relato, en tanto dramaturgia, cuerpo y espacio el que funciona como un espejo, si lo quieres, perverso de nuestra realidad. Porque la realidad es así. Creo que refleja la manera en que se han inscrito en nosotros, en nuestros cuerpos, los grandes temas como el amor, el deseo y obviamente la muerte, que todo el teatro y el arte han tratado de dilucidar, bueno, de eso se trata siempre.