Irónica visión sobre las misiones de paz en Haití se presenta en Teatro de la Palabra
Después de exitosas presentaciones de Clase de Guillermo Calderón, donde interpretó a un frustrado profesor junto a su estudiante (interpretada por Francisca Lewin); el actor Rodrigo Soto (en la foto, al medio) vuelve a la cartelera, pero esta vez como un soldado chileno que se encuentra en Haití en misión de paz.
El montaje en el que participa lleva el nombre de Casco Azul, y está a cargo de Antonio Altamirano (creador del Festival de Artes Cielos del Infinito) y la compañía Teatro Amplio. Todos juntos comenzaron a trabajar desde el pasado mes de febrero para llevar a escena el texto Sobre la teoría del eterno retorno aplicada a la revolución en el Caribe, del dramaturgo uruguayo Santiago Sanguinetti, autor que realizó una residencia con la agrupación en 2014.
“Es un texto súper rico para un actor, es bastante cómodo cómo dice las cosas, cómo las pone, su escritura, lo que está debajo de sus palabras”, explica Rodrigo Soto sobre la obra que trabaja en torno a la necesidad y eficiencia de las llamadas misiones de paz de la UNSCOB (United Nations Commission for the Balkans), una fuerza multinacional enviada a países en conflicto con el fin de supervisar el cumplimiento del alto al fuego, desarmar a los combatientes, proteger a la población civil y velar por la seguridad en el territorio.
La historia se sitúa en Puerto Príncipe, capital de Haití, donde cuatro soldados chilenos (interpretados por Juan Pablo Miranda, Rodrigo Soto, Nicolás Zárate y Pablo Manzi) viven una jornada donde el pueblo haitiano comienza la revolución, con el objetivo de tomar el poder del país. Entre posibles ataques zombis, muñecos vudú, lecturas de Hegel, apagones sorpresivos y cruceros de lujo que se acercan al área, los personajes harán todo lo que está a su alcance para resistir el levantamiento local armado que busca acabar con sus vidas.
“Todos estos mecanismos que ocupan son bastante absurdos y estúpidos”, explica Rodrigo sobre el desarrollo de la obra. “Entonces se da una contradicción entre las cosas que ellos hacen, la visión que el espectador tiene sobre el militar versus lo que están haciendo y piensan. También empiezan a haber contradicciones entre ellos mismos, se pelean y todo esto envuelto por las referencias de Marx, Lenin, Hegel y Nietzche”.
La historia de soldados haciendo servicio en Puerto Príncipe no era extraña para Rodrigo, y por eso, para la preparación de los personajes contó con un as bajo la manga: “Conozco muy bien y de bastante cerca la milicia, porque uno de mis hermanos fue a Haití. Entonces sabía más o menos para dónde iba la obra cuando Antonio me envió el texto. Obviamente acá hay un gramo de ficción, que no es real”, explica. A través de conversaciones, revisión de documentos y material audiovisual, el equipo logró recabar la información necesaria: cómo es para los militares estar en el país, lo que significa para ellos, las historias y traumas que arrastran a partir de esta experiencia. “Suceden muchas cosas, como que quienes van no pueden quedarse más de 15 días, por un asunto sicológico, de presión, con uno y con el tema, porque es muy fuerte lo que sucede allá”, explica el destacado actor.
Mi personaje es un soldado, por decirlo de alguna manera, bastante fascista, discriminador y conflictivo, que está constantemente poniendo en riesgo a los compañeros a través de sus acciones, las que son bastante estúpidas. Su nivel intelectual también deja bastante que desear a ratos, y siempre está abusando de sus compañeros, porque tiene una cierta posición de poder. Es un tipo que está tratando de salir de este lugar y queriendo entender “por qué estos negros están haciendo la revolución”, porque es algo que él no entiende, porque para él, los negros son monos para él.
Estuve con Clase de Guillermo Calderón hace poco y quizás a fin de año podremos volver con eso, porque tuvimos todas las funciones vendidas.
Paralelamente estamos con Teatro La María haciendo la próxima obra de la que no puedo contar mucho porque me pueden retar jajajaja Pero estrenaremos en agosto en el Teatro La Palabra. Se llama El hotel, hasta el momento, y trata un tema muy contingente, que tiene que ver con Chile. La obra tiene una continuidad con Los Millonarios, que es un trabajo que nos gustó mucho y tratamos de mantener esa línea: Chile, el poder, todo lo que está pasando y que tiene que ver con un país que no fue capaz de sanar ciertas cosas, con no hacer juicios respectivos, con dejar libre a miles de torturadores y de gente que hizo daño por tantos años a nuestro país. El resultado de todo eso es lo que estamos viviendo actualmente: tirar una molotov, matar una persona, un tipo de 20 años que se tira a la jaula de los leones, políticos que se roban todo y salen en la televisión diciendo que no han hecho nada, pero vendieron el país. Tiene un tono de ironía, de humor negro, muy tratado, muy fuerte.
Con Los Millonarios también nos vamos ahora en junio a Portugal al Festival Internacional de Teatro de Expressão Ibérica (FITEI), y después estaré con Rodrigo Pérez en la Muestra Nacional de Dramaturgia. A fin de año, me detengo un poco y haré la dirección de un callejero que me gustaría estrenar en enero. Los ensayos serán en noviembre y diciembre. Ese es mi panorama actual jajajaj
Bastante. Y ya estoy pensando en el otro año, porque en abril con Marcelo Alonso, Tito Noguera y Amparo, vamos a hacer una obra en el Teatro UC. En eso ando y voy viendo, porque en realidad no me alcanza el tiempo para mucho más. Soy papá también jajajaja
Será mi quinta dirección, pero mi segundo callejero. El primero fue La epopeya del Lucho Chaveta, de Luis Barrales, que nos ganamos el FONDART y lo hicimos en 2009. Tuvimos una itinerancia por el país, viajamos mucho y la vio mucha gente; pero no la explotamos acá en Santiago. Me gusta mucho la calle, yo me crié haciendo teatro en la calle antes de estudiarlo. Es un lugar que constantemente me gusta revisitar, y me encantaría tener más tiempo para hacerlo. La voz también es un tema, porque con la edad se va gastando y la tengo para la cagá jajajaja Pero es un lugar que me gusta volver, y para mí es una terapia, un agradecimiento al público. El teatro es caro en nuestro país y hacer esta obra, hacer calle, regalársela al público, en su espacio es bueno.
El trabajo callejero que estamos planeando está producido por Espacio Checoslovaquia, y es sobre un grupo de evangélicos que se ponen a proclamar la palabra de Dios. Es un texto que he ido trabajando a través de distintos testimonios, de observación en la calle, de mucha visita en terreno y de mucho Pastor Soto. Los escucho, los escribo, corto, pego, lo muevo. Es un trabajo de bastante testimonio y me interesa que el actor sea capaz de generar un discurso propio respecto a la calle y los evangélicos. El tema es amplio, porque los evangélicos en la calle, cuando hablan, lo hacen de Bachelet, de Piñera, de política, de sexualidad, de todo. Eso me atrae mucho, porque se habla mucha estupidez y hay mucha ignorancia y poca cultura en el discurso de esas personas. Me llama la atención cómo la gente se aferra a esas cosas y yo creo que es porque la gente ya no cree en nada. Quiero probar si las personas se nos van a poner alrededor nuestro. Es un trabajo experimental en ese sentido.
Eso es a lo que quiero jugar. Por lo menos al principio, porque después seguramente la obra se va a dar a conocer y no podremos experimentar, y la gente simplemente va a llegar a ver la obra con actores que hacen de evangélicos.
Uuuh sería maravilloso, me encantaría que pasara eso.
Casco Azul se presentará en el Teatro La Palabra (Crucero Exéter 0250, Barrio Bellavista) hasta el 2 de junio, con excepción del lunes 30, a las 20.30 horas. La entrada general tiene un valor de $6.000, mientras que para estudiantes y tercera edad es de $4.000; y se pueden adquirir por DaleTicket y en boletería del teatro desde las 17:30 horas hasta el comienzo de la obra. Reservas en reservas@teatrodelapalabra.cl.