Isabelle Huppert por el Día Mundial del Teatro: “El teatro es muy fuerte. Resiste y sobrevive a todo”
Cada 27 de marzo celebramos el Día Mundial del Teatro, una instancia organizada desde 1962 por el Instituto Internacional del Teatro (ITI) y miembros cooperantes del ITI, a los que se han sumado profesionales del teatro, organizaciones teatrales, universidades teatrales y amantes del teatro en todo el mundo. El fin de esta efemérides es constatar el valor y la importancia de las artes escénicas, es despertar en los gobiernos, políticos e instituciones el reconocimiento hacia un arte que provoca al pueblo y los individuos, y que tiene un real potencial en lo económico.
El primer mensaje fue leído por Jean Cocteau y en años siguientes han pasado Judi Dench, John Malkovich e incluso el chileno Pablo Neruda en 1971. Este año el mensaje estuvo a cargo de la actriz francesa Isabelle Huppert, una de las ocho mujeres, que en 55 años, les ha tocado provocar a la audiencia con sus palabras. Aquí la intérprete se dirige a los políticos, en medio de un año de elecciones presidenciales en Francia, para que “tengan en cuenta los beneficios inimaginables del teatro”.
Te dejamos a continuación el discurso completo, que puedes revisar también en su idioma original en World Theatre Day.
Así que, aquí estamos una vez más. Reunidos de nuevo en la primavera, 55 años desde nuestra reunión inaugural, para celebrar el Día Mundial del Teatro. Sólo un día, 24 horas, se dedica a celebrar el teatro en todo el mundo. Y aquí estamos en París, la ciudad principal del mundo para atraer a grupos teatrales internacionales, para venerar el arte del teatro.
París es una ciudad mundial, apta para contener en un día de celebración, las tradiciones del teatro mundial; desde aquí en la capital de Francia, podemos transportarnos a Japón experimentando el teatro Noh y Bunraku, trazar una línea desde aquí a pensamientos y expresiones tan diversas como la Ópera de Pekín y Kathakali; el escenario nos permite permanecer entre Grecia y Escandinavia mientras nos envolvemos en Esquilo e Ibsen, Sófocles y Strindberg; nos permite volar entre Gran Bretaña e Italia mientras reverberamos entre Sarah Kane y Prinadello. En el curso de estas veinticuatro horas podemos ir de Francia a Rusia, de Racine y Moliere a Chejov; incluso podemos cruzar el Atlántico como un rayo de inspiración para servir en un Campus en California, atrayendo a un joven estudiante allí a reinventarse y hacerse un nombre en el teatro.
De hecho, el teatro tiene una vida tan próspera que desafía el espacio y el tiempo; sus piezas más contemporáneas se nutren de los logros de los siglos pasados e incluso los repertorios más clásicos se vuelven modernos y vitales cada vez que se representan de nuevo. El teatro renace siempre de sus cenizas, mudando sólo sus convenciones anteriores en sus nuevas formas: así es como se mantiene vivo.
El Día Mundial del Teatro obviamente no es un día cotidiano para ser integrado con el discurrir de los demás días. Nos da acceso a un inmenso espacio-tiempo continuo a través de la pura majestuosidad del canon global. Para tener la capacidad de conceptualizar esto, permítanme citar a un dramaturgo francés, tan brillante como discreto, Jean Tardieu: al pensar en el espacio, Tardieu dice que es sensato preguntar “¿cuál es el camino más largo de uno a otro?”…Sugiere medir el tiempo “en décimas de segundo, el tiempo que se tarda en pronunciar la palabra ‘eternidad’ “… Para el espacio-tiempo, sin embargo, dice: “antes de que te duermas, fija tu mente en dos puntos del espacio y calcula el tiempo que toma, en un sueño, ir de uno a otro”. Es la frase en un sueño la que siempre se ha quedado conmigo. Parece como si Tardieu y Bob Wilson se hubieran conocido. También podemos resumir la singularidad temporal del Día Mundial del Teatro citando las palabras de Samuel Beckett, que hace que el personaje de Winnie diga, en su estilo expeditivo: “Oh, qué hermoso día habrá sido”. Al pensar en este mensaje, que me siento honrada de haber sido invitada a escribir, recordé todos los sueños de todas estas escenas. Como tal, es justo decir que no vine sola a esta sala de la UNESCO; cada personaje que he interpretado está aquí conmigo, papeles que parecen desvanecerse cuando cae la cortina, pero que han tallado una vida subterránea dentro de mí, esperando para socorrer o destruir los papeles que siguen; Phaedra, Araminte, Orlando, Hedda Gabbler, Medea, Merteuil, Blanche DuBois … También, complementándome mientras estoy hoy ante ustedes, están todos los personajes que amé y aplaudí como un espectadora. De esta forma, por lo tanto, pertenezco al mundo. Soy griega, africana, siria, veneciana, rusa, brasileña, persa, romana, japonesa, una newyorquina, una marsellesa, una filipina, una argentina, una noruega, una coreana, una alemana, una austriaca, una inglesa – una verdadera ciudadana del mundo, por virtud del ensamblaje personal que existe dentro de mí. Ya que es aquí, en el escenario y en el teatro, donde encontramos la verdadera globalización.
Laurence Olivier anunció en el Día Mundial del Teatro en 1964 que, después de más de un siglo de lucha, se acababa de crear un Teatro Nacional en el Reino Unido, al que inmediatamente quiso transformar en un teatro internacional, al menos en términos de su repertorio. Sabía muy bien que Shakespeare pertenecía al mundo.
Al investigar la escritura de este mensaje, me alegró saber que el mensaje inaugural del Día Mundial del Teatro de 1962 fue confiado a Jean Cocteau, un candidato apropiado debido a su autoría del libro ‘Around the World Again in 80 Days’ (Alrededor del mundo otra vez en 80 días). Esto me hizo darme cuenta de que he ido alrededor del mundo de una manera diferente. Lo hice en 80 representaciones o en 80 películas. Incluyo películas en esta celebración ya que no hago distinciones entre interpretar en el teatro o interpretar en películas, lo que incluso me sorprende cada vez que lo digo, pero es cierto, así es, no veo diferencia entre los dos.
Hablando aquí no soy yo misma, no soy una actriz, soy una de las muchas personas que el teatro usa como un conducto para existir y es mi deber ser receptivo a esto – o, en otras palabras, nosotros no hacemos que el teatro exista, es más bien gracias al teatro que existimos. El teatro es muy fuerte. Resiste y sobrevive a todo, guerras, censores, penuria.
Basta con decir que “el escenario es una escena desnuda de un tiempo indeterminado” – todo lo que necesita es un actor. O una actriz. ¿Qué van a hacer? ¿Qué dirán? ¿Hablarán? El público espera, lo sabrá, porque sin el público no hay teatro – nunca lo olvidéis. Una sola persona es ya una audiencia. Pero ¡esperemos que no hayan demasiados asientos vacíos! Las realizaciones de las producciones de Ionesco están siempre llenas, y él representa este valor artístico franco y hermoso teniendo, al final de una de sus obras, una la vieja señora que dice; “Sí, sí, muere en plena gloria. Muramos para entrar en la leyenda… al menos tendremos nuestra calle… “
El Día Mundial del Teatro lleva 55 años existiendo. En 55 años, soy la octava mujer en ser invitada a pronunciar un mensaje – si se puede llamar a esto un “mensaje” -. Mis predecesores (oh, cómo se impone la masculinidad de la especie) hablaron del teatro de la imaginación, la libertad y la originalidad para evocar la belleza, el multiculturalismo y plantear preguntas sin respuesta. En 2013, hace apenas cuatro años, Darío Fo dijo: “La única solución a la crisis radica en la esperanza de la gran caza de brujas contra nosotros, especialmente contra los jóvenes que quieren aprender el arte del teatro: así una nueva diáspora de actores surgirá que indudablemente extraerán de esta limitación beneficios inimaginables al encontrar una nueva representación”. Beneficios inimaginables – suena como una buena fórmula, digna de ser incluida en cualquier retórica política, ¿no les parece? …
Como estoy en París, poco antes de una elección presidencial, quisiera sugerir que aquellos que aparentemente anhelan gobernarnos deben ser conscientes de los beneficios inimaginables que produce el teatro. Pero también me gustaría destacar, ¡no a la caza de brujas!
El teatro representa para mí el otro en su diálogo y es la ausencia del odio. “Amistad entre los pueblos” – ahora, no sé mucho sobre lo que esto significa, pero creo en la comunidad, en la amistad entre espectadores y actores, en la unión duradera entre todos los personas que el teatro reúne – traductores, educadores, diseñadores de vestuario, artistas de escena, académicos, profesionales y audiencias. El teatro nos protege; nos da cobijo… Creo que el teatro nos ama… tanto como lo amamos nosotros…
Recuerdo un director de escena para el cual trabajé, que, antes de que subiera la cortina nocturna gritaba, con plena firmeza de garganta “¡Hagan espacio para el teatro!” – y éstas serán mis últimas palabras esta noche.
Gracias.