Juan Radrigán y Florencia Martínez abren segundo taller de Dramaturgia
Entre el 6 de mayo y el 26 de agosto de este año, Juan Radrigán y Florencia Martínez se lanzaron con una idea que les rondaba la cabeza desde hace tiempo: realizar un taller de dramaturgia para escritores. “Con Juan partimos haciendo talleres en FEDAM (Festival de Dramaturgia del Maule), y estando ahí nació esta idea de hacerlo en Santiago, pero para gente que tenía experiencia en la escritura, pero no necesariamente de teatro”, cuenta la dramaturga.
Así nació la primera versión del Taller de Dramaturgia que se realizó en Taller Siglo XX, un espacio que les entregó cercanía e intimidad a cada una de sus clases, y en las que participó cerca de una decena de profesionales como abogados, profesores, periodistas, ingenieros, audiovisualistas y actores.
Ahora vuelve su segunda edición, la que se realizará todos los martes, de 19 a 22 horas, desde el 6 de octubre 2015 al 19 de enero 2016 en Sala Taller Siglo XX (Ernesto Pinto Lagarrigue 191, Barrio Bellavista, Recoleta, Santiago). Revisa aquí más detalles de los requisitos para postular, precios y más.
¿Cómo fue la experiencia de la primera versión?
Fue súper buena. Quedamos sorprendidos porque nos encontramos con ideas con mucho potencial y muy distintas. Todos profundizaron mucho su trabajo durante el taller, la idea era terminar con una obra escrita, completa, y así fue.
En un principio la idea era hacer un taller de dramaturgia para escritores, pero cuando empezamos, nos dimos cuenta que llegó todo tipo de personas, de distintas disciplinas. Nos sorprendió que el nivel del grupo llegara a, como se dice vulgarmente, “emparejarse” muy bien. Se dieron cosas muy interesantes, porque como había gente del teatro que leía teatro, y otros no, eso dio una gran variedad al grupo. Fue muy rico para el taller, y potenció muchos temas.
¿Qué temáticas fueron recurrentes? ¿De qué están hablando los nuevos dramaturgos?
En varias obras apareció como tema la soledad, la búsqueda del sentido de los personajes, los ideales perdidos, la miseria, pero no desde el punto de vista de la pobreza material, sino que la miseria moral… miseria ética, mejor dicho. Todos hablaban de temáticas distintas, como la educación en Chile, la familia, la causa mapuche, pero todos ellos eran cruzados por estos otros grandes temas, más humanos, más en común.
¿Cuál es la dinámica del taller?
El taller es súper práctico, de teoría no tiene nada. No enseñamos teoría dramática. El material de trabajo que tenemos es el que ellos mismos llevan, y generalmente, es súper personalizado.
Nos pasó que algunos participantes nos pedían tips para escribir, caminos para hacer una buena obra. Pero nosotros tratamos de mantenernos súper firmes en que el material de trabajo es personal, porque cada obra es tan distinta a la otra, que si nos poníamos a decir que la estructura de una obra debe tener tal y tal paso, podíamos coartar un tipo de escritura que no siguiera esos pasos. Si hay un tipo de escritura que puede ir por un camino, tratamos de enfocarnos en esa obra en particular, por ese camino, y cuando viene otra, hacemos un trabajo totalmente distinto. Ese es el sello de lo que hemos trabajado.
Más allá de la enriquecedora experiencia del primer taller, ¿por qué deciden realizar la segunda versión? ¿Cuál es la necesidad de desarrollar este tipo de instancias?
Creo que de a poco se ha dado más interés en la dramaturgia, en general, y me parece que ha sido muy bueno que haya ido tomando un lugar importante. ¿Por qué es necesario? Porque en una obra teatro es el personaje el que habla, generalmente no hay un narrador y los diálogos son los que van trazando el camino de ese personaje. Es un tipo de escritura muy particular. Y en el teatro chileno faltan más personajes, más voces. Por suerte la dramaturgia está más de moda.
¿Crees que hay pocas instancias para que alguien se pueda desarrollar o profesionalizar en la dramaturgia?
Sí, muy poco. Es muy pobre, y por eso con Juan siempre conversamos que sería un sueño hacer una Escuela Nacional de Dramaturgia, donde uno pudiese formarse como dramaturgo. Como cada autor es tan distinto a otro, sería muy bueno pasar por distintas manos, distintas miradas y poder escribir desde lo que uno pueda aprender de cada maestro. Pienso en nombres como Radrigán, Benjamín Galemiri, Alejandro Sieveking, Marco Antonio De la Parra y algunos más nuevos que también pasaron a ser grandes referentes, como Guillermo Calderón, Luis Barrales, por ejemplo. Hay mucha gente a la que sería muy bueno reunirla y que pudiesen hacer una instancia de formación. Ojalá que la moda de la dramaturgia no quede en moda, que se genere una inquietud permanente y entregue contenidos al teatro.
¿Cómo se lograría esa Escuela Nacional de Dramaturgia? ¿Es posible?
Es difícil, no sólo en lo económico, sino porque hay autores tan distintos. Pero cuando participé de los talleres del Royal Court Theatre, conversábamos con mis compañeros que esa instancia fue buena porque pudimos juntarnos y dialogar con otros dramaturgos. El trabajo de la dramaturgia es la parte más solitaria del teatro, entonces es difícil el momento en el que uno se encuentra con otro.
Cada uno como autor tiene una visión, y por eso es difícil reunirlos, porque hay toda una cosa personal, cada uno tiene su postura y su modo de hacer su trabajo. Pero creo que es importante compartirla con otros y crear un espacio para poder encontrarse y poner en común procesos creativos, y darse cuenta que uno no está solo. Es importante eso. Con Juan lo hemos conversado mucho, pero no sabemos muy bien cómo sería y por eso decidimos partir con los talleres. Empezar de a poco.
¿Qué esperan para la segunda versión del taller?
Creo que sería bueno que junto con la gente de teatro, también llegue gente de otras disciplinas. Ellos vienen más “vírgenes” y tienen otras cosas que aportar. En esta primera experiencia, al menos, han traído cosas muy buenas. Espero que para esta versión salgan obras tan buenas como las que se escribieron en la primera y que posteriormente tengan alguna posibilidad de montaje.