Rocío Molina: “No bailo para que me digan que está bien o mal, bailo porque lo necesito”
A primera vista, los números que aparecen en la carrera de Rocío Molina la hacen parecer como una superdotada. Y no es para menos. La bailarina española nacida en 1984 en Vélez, Málaga, tenía sólo 3 años cuando empezó a dar sus primeros pasos en la danza, 7 cuando empezó a crear sus primeras coreografías y 17 cuando se graduó del Real Conservatorio de Danza de Madrid con matrícula de honor. Para ella, la razón de su talento y dedicación tiene una razón de ser mucho más simple: “Era lo que pasaba con mi cuerpo, porque en mi pueblo no había mucha posibilidad de ver muchos espectáculos”, recuerda al teléfono desde España. “Era una niña muy reservada, muy callada, y bailando me sentía muy bien. Siempre supe que esto era lo que quería hacer en la vida”, confiesa.
Y claramente lo sabía, porque desde entonces, la bailarina sólo ha sabido de logros y aplausos que la han mantenido en el foco de atención de críticos y gestores culturales de todo el mundo. Sin embargo, Rocío se toma su popularidad con calma: “Siempre he sido una persona tímida y por eso he estado muy en mi mundo. Esto, para muchas cosas, me ha venido muy bien, porque nunca he sido consciente y nunca he tenido que ser consciente de lo que se decía de mí”, confiesa entre suaves risas, hasta que pronto recupera la seriedad y continúa. “No bailo para que me digan que está bien o mal, bailo porque lo necesito y porque con eso hago que las personas se emocionen. No siempre tienen que ser buenas emociones, puede ser cualquiera y con eso me es suficiente”.