Pedro Labra: “El Select” es una visita espléndida, de categoría superior
La poca presencia de EE.UU. en los 23 años de Santiago a Mil queda plenamente dispensada con el privilegio de tener aquí “El Select“, estreno de 2010 de la compañía Elevator Repair Service, nombre singular, ‘top’ en la vanguardia del teatro neoyorquino actual. Brillantemente dirigida por su fundador, John Collins, y ejecutada con virtuosismo actoral y técnico, su propuesta -de mucha exigencia para su elenco y público (dura tres horas y cuarto)- a fin y al cabo resulta un viaje por completo espléndido y cautivante; que da cuenta, además, de otra forma sutil e inteligente de experimentar en escena. Gran teatro y gran visita.
Parte final de una trilogía antecedida por “El gran Gatsby”, de Fitzgerald, y “El sonido y la furia”, de Faulkner, vierte “Fiesta”, la primera, más elogiada e influyente de las novelas de Ernest Hemingway, quizás también la más íntima y reveladora, que publicó en 1926 a los 27. Que se plantea abiertamente como una ilustración escénica del libro, tanto que escuchamos un 70 % de la narración central en primera persona y diálogos contenidos en las 130 páginas del texto fuente. De lo que resulta una suerte de -si existe algo así- ‘teatro literario’. Si no fuera por el inagotable talento de Collins, que convierte la experiencia en pura teatralidad.
De frente a la platea, Jake -un escritor y periodista impotente debido a heridas de guerra- nos cuenta la interminable serie de borracheras de él y sus amigos por los bares de París. Él (un parcial ‘alter ego’ del autor) está prendado de una distinguida y promiscua inglesa, a quien ve pasar de los brazos de uno a otro hombre, sabiendo que nunca podrá consumar su amor. Es el retrato de un grupo de gringos tránsfugas de sí mismos, que en el período de entreguerras ahoga en el alcohol su angustia e insatisfacción; buscando apoyarse en la camaradería viril, hablan y hablan sin decir nada. En la segunda parte, ellos viajan al norte de España.
Hay que estar alerta y fijarse en los detalles para atrapar el sentido de esta catarata oral, un laberinto engañosamente realista y que no es tal, y en la que lo esencial se oculta bajo la superficie. Pronto sospechamos que la versión no es un tributo admirativo al Premio Nobel 1954, sino que muy crítico de él y su obra. Recuperando en buena medida su estilo narrativo, funciona como un reflejo de la Generación Perdida de escritores norteamericanos, o a la manera de un retrato indirecto del autor, su misoginia, homofobia y racismo. También, y sobre todo, puede entenderse como una fina sátira a los ritos de la comunidad machocentrista vistos como un espejismo falso y ridículo (recordemos que en el último tiempo se propagó la tesis de que Hemingway, emblema de masculinidad, fue un homosexual no asumido).
Todo sucede en el interior de un bar, el mundo privado y refugio de Jake, que contiene todos los ambientes requeridos por la historia (incluyendo una plaza de toros). Además de los notables 10 actores, otro protagonista clave es la banda sonora, extraordinariamente elaborada, que envuelve al público con música y una artificiosa ruídica ambiental.
En el Teatro Municipal de Las Condes, hoy a las 12 y 19.30 horas, mañana última función a las 18 P.M.